Hoy cuando me he despertado sentía mi cuerpo aletargado y una tranquilidad y relajación sospechosas. De repente mi mente se ha dado cuenta de todo y han saltado los disparadores. He sentido una punzada en la boca del estómago, congoja en la garganta y las lágrimas han vuelto a mis ojos regando todo a su paso. Todo se me ha hecho claro y he entendido perfectamente que esa tranquilidad “no habitual” no era otra que la tregua que el sueño le había dado a mi alma. De nuevo la realidad se me ha hecho presente como un minuto antes de dormirme, abatida de tanto llorar. La soledad se ha tumbado a mi lado, desde anoche, y su presencia se me hace sombría.
Tengo miedo a no encontrar nuevamente a nadie, a que nadie me vuelva a querer nunca. Las relaciones siempre se me tuercen. Me siento despojada, después de dar tanto, de compartir con alguien intimidades, sueños, fluidos, amor a destajo. Todavía la casa huele a él, a su presencia fantasma ¡le echo tanto de menos!. A pesar de las cosas que no me gustaban- sobre todo cómo me trataba a veces-, me reconfortaba llegar a casa y saber que había alguien allí, la sensación de que hay alguien ahí para ti y contigo. La sensación de que ocupas el lugar de pareja que ocupan las demás personas con sus parejas.
No sé si soy yo o qué hago mal para pasar por esta situación una y otra vez. Me cuesta entender cómo siento esta tristeza tan grande por alguien que no estaba antes y ahora sólo ha estado un trecho de mi vida conmigo ¿Por qué se ha vuelto tan imprescindible? ¿Le echo de menos a él o echo de menos su compañía? ¿Echo de menos el deseo externo de proyectar en alguien lo que no busco en mi? ¿Me preocupa el lugar que ocupo en este mundo cuando estoy sin pareja? ¿Me preocupa sentirme sola?.
Tal vez él (todos los “él” que han pasado por mi vida) representa una zona segura para no mirar hacia dentro y termino depositando en sus manos todo lo que no soy. El miedo a enfrentarme a mi misma me convierte en esto una y otra vez. Cada vez que se acaba algo que tal vez no estuvo o algo que estuvo pero tenía un ciclo, un ciclo que yo marco con mi “no avanzar”. Si aprendo a estar conmigo, a bucear en esta soledad tan profunda. Si entiendo mi sentido individual de vida, lo que yo soy, con lo que vibro, tal vez, sólo tal vez, consiga dejar de buscar lo que siempre encuentro, relaciones de saldo, en las que deposito mi “fe de vida”. Tal vez, sólo tal vez, dejando de buscar, encuentre.